
17 Mar ¿Tu hijo te manipula o está aprendiendo a ser estratégico?
Hace algunos años, leí el libro de Françoise Dolto titulado Niños agresivos o agredidos, en el que, desde un enfoque psicoanalítico lacaniano, se analizan las dinámicas de poder en la infancia y la manera en que los adultos interpretan el comportamiento infantil. En mi práctica profesional, es frecuente escuchar a los padres decir: “Me manipula”, lo que me recuerda constantemente la perspectiva de Dolto. Muchas familias se enfrentan a esta duda: ¿los niños realmente manipulan de manera intencional o, más bien, están aprendiendo a ser estratégicos para obtener lo que desean?
Al observar distintas interacciones familiares y escuchar las preocupaciones de los padres en consulta, resulta evidente que la interpretación del comportamiento infantil es un desafío constante. Al reflexionar sobre este tema, me di cuenta de que muchas familias atraviesan una situación similar al tratar de comprender la conducta de sus hijos. La idea de la manipulación infantil es recurrente en la crianza, pero ¿y si, en lugar de manipular, los niños estuvieran explorando estrategias para entender y adaptarse a su entorno?
Desde una visión más contemporánea, Claire Lerner, en su libro “Why Is My Child in Charge?”, plantea que los niños no manipulan de manera malintencionada, sino que prueban estrategias para influir en su entorno. A esta idea se suma la neurociencia del desarrollo, que ha demostrado que el cerebro infantil aún no tiene la madurez necesaria para planear conductas manipuladoras. Como explican Siegel y Bryson en “El Cerebro del niño”, las emociones de los niños pequeños son intensas porque su cerebro aún está en proceso de integración. Por su parte, Tovah P. Klein, en “How Toddlers Thrive”, refuerza la idea de que lo que los adultos perciben como manipulación es en realidad un intento de encontrar estabilidad en un mundo que aún están aprendiendo a entender.
Con esto en mente, ¿es posible que lo que llamamos “manipulación” sea, en realidad, un proceso natural de desarrollo y adaptación?
¿Manipulación o necesidad de conexión?
El término “manipulación” suele tener una connotación negativa, ya que se asocia con la intención de engañar o controlar a otros para obtener un beneficio. Sin embargo, según el psicólogo Ross Greene, autor de The Explosive Child, los niños “hacen lo mejor que pueden con las habilidades que tienen disponibles en ese momento”. En otras palabras, cuando un niño parece manipular, en realidad está expresando una necesidad o buscando una respuesta de su entorno de acuerdo con su nivel de desarrollo.
Janet Lansbury, especialista en disciplina respetuosa, señala en “No Bad Kids” que etiquetar a un niño como manipulador puede distorsionar la manera en que los adultos interpretan y responden a su comportamiento. “Los niños buscan conexión y respuesta de los adultos, no manipulación intencional”, explica. Es decir, cuando un niño persiste en determinado comportamiento para obtener algo, no está intentando controlar a los adultos, sino explorando cómo funciona el mundo y cómo reaccionan quienes lo rodean.
Mitos sobre la “manipulación” infantil
Antes de etiquetar a un niño como manipulador, es fundamental tener en cuenta los siguientes aspectos:
- Los niños no manipulan con mala intención: Exploran diferentes formas de obtener lo que desean, sin una intención consciente de engañar.
- Los adultos pueden reforzar ciertos comportamientos sin darse cuenta: Si un berrinche conduce a obtener lo que quiere, es probable que el niño repita la conducta.
- Controlar su entorno es parte del desarrollo infantil: Cuando un niño intenta influir en sus cuidadores, en realidad está desarrollando habilidades sociales esenciales para su futuro.
- El cerebro infantil aún está en proceso de maduración: Los niños pequeños todavía están aprendiendo a conectar sus emociones con el razonamiento lógico, lo que puede llevarlos a actuar impulsivamente, sin una manipulación intencional.
El niño estratégico, un cambio de perspectiva
Seguir percibiendo a los niños como manipuladores puede llevar a los adultos a responder con frustración o enojo, cuando en realidad su comportamiento es una forma de explorar qué estrategias les funcionan para satisfacer sus necesidades. Por ejemplo:
- Un niño de cuatro años que se niega a vestirse sin ver un episodio de su programa favorito no está “extorsionando” a sus padres; simplemente ha aprendido que esta estrategia le da resultados.
- Un niño que llora en la noche para que sus padres vuelvan a su habitación no está “jugando con sus emociones”; está buscando seguridad y conexión.
- Según How Toddlers Thrive, los niños pequeños necesitan consistencia y predictibilidad en sus interacciones, por lo que tienden a repetir patrones que han sido efectivos en el pasado.
- De acuerdo con Siegel, el cerebro infantil aún no regula completamente sus emociones, lo que hace que muchas de sus reacciones impulsivas puedan parecer manipuladoras cuando, en realidad, son expresiones de necesidades internas no resueltas.
¿Cómo diferenciar estrategia de manipulación?
Cuando los niños interactúan con su entorno, ponen a prueba distintas formas de obtener lo que necesitan. Es importante diferenciar este proceso de exploración de la manipulación, que implica una intención consciente de engañar o controlar. Mientras que la estrategia es parte natural del aprendizaje infantil, la manipulación requiere un nivel de desarrollo cognitivo que los niños pequeños aún no han alcanzado. En realidad, lo que suele percibirse como manipulación es, más bien, un intento de influir en los adultos para satisfacer sus necesidades y comprender mejor su entorno.
Aquí algunas claves para diferenciar ambos conceptos:
- Motivación del niño: ¿Está intentando satisfacer una necesidad básica (afecto, seguridad, autonomía) o busca engañar deliberadamente? En una estrategia, el niño persigue un objetivo legítimo.
- Respuesta del adulto: Un niño que utiliza estrategias puede adaptar su comportamiento según la reacción de los adultos. Sin embargo, si el adulto entra en una lucha de poder y cede con frustración, podría reforzar una estrategia inadecuada.
- Flexibilidad del niño: Mientras que una estrategia implica apertura a negociar o aceptar alternativas, la manipulación se caracteriza por la rigidez y la persistencia en una táctica hasta alcanzar el objetivo.
- Desarrollo cerebral: La autorregulación emocional y la planificación a largo plazo aún están en desarrollo en la infancia. Por ello, los niños exploran y ajustan su comportamiento sin una intención premeditada de manipular.
- Búsqueda de seguridad: Los niños pequeños buscan estabilidad y predictibilidad en su entorno. La repetición de ciertas conductas responde a la necesidad de sentirse seguros y comprender cómo funciona el mundo que los rodea.
Entonces, que podemos hacer
Para fomentar un desarrollo saludable sin caer en luchas de poder, los adultos pueden aplicar las siguientes estrategias:
- Establecer límites claros y consistentes: Si un “no” se mantiene firme, el niño aprenderá a respetar los límites establecidos.
- Ofrecer opciones en lugar de imponer reglas estrictas: Decir, por ejemplo, “Puedes vestirte ahora o en cinco minutos”, proporciona al niño una sensación de control sin perder de vista el objetivo.
- Evitar reforzar conductas no deseadas: Si ceder ante un berrinche le da al niño lo que quiere, es probable que repita esa estrategia.
- Validar las emociones sin ceder al chantaje emocional: Frases como “Entiendo que estés molesto, pero la regla sigue siendo la misma” muestran empatía sin perder firmeza.
- Aplicar la técnica “Conectar y Redirigir”: Primero validamos la emoción del niño y luego lo guiamos hacia una solución adecuada.
- Ver el mundo desde la perspectiva del niño: Es importante cambiar la mentalidad del adulto y entender que lo que el niño busca es seguridad, no manipulación.
- Promover la regulación emocional: Ayudar a los niños a identificar y nombrar sus emociones, esto permitirá desarrollar autocontrol y estrategias de afrontamiento saludables.
- Fomentar habilidades en el entorno escolar: Estrategias como el aprendizaje basado en proyectos, el trabajo en equipo y la enseñanza de la mentalización contribuyen a que los niños comprendan mejor sus propias emociones y las de los demás, reduciendo conductas impulsivas y promoviendo la cooperación.
Transformar la manera de percibir el comportamiento infantil puede generar una gran diferencia.
En lugar de ver a los niños como manipuladores, podemos comprenderlos como seres en pleno proceso de desarrollo, que exploran y prueban distintas formas de satisfacer sus deseos. La respuesta de los adultos a estas estrategias será la que determine si los niños aprenden a gestionar sus necesidades de manera saludable o si refuerzan patrones de lucha de poder.
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Dimas E. Villarreal P.
⚡️Psicólogo Clínico de niños y adolescentes/ Terapeuta
🖍Psicopedagogo
🤖Terapia de Juego
#HoyfuialPsicologo