
26 May El estrés escolar va más allá del rendimiento académico
El estrés escolar no es solo una reacción temporal ante un examen o una tarea pendiente; compromete el bienestar emocional, la motivación y la salud integral de niños y adolescentes. En los últimos años, este malestar ha ido en aumento, convirtiéndose en una preocupación constante para las familias, maestros y profesionales de la salud mental. La presión académica, combinada con la exigencia interna o externa, puede afectar tanto el rendimiento escolar como la estabilidad emocional de quienes la enfrentan día a día.
El estrés escolar no se explica únicamente por factores internos. Antes de enfocarnos en lo emocional, es importante identificar otros elementos que influyen en su aparición:
- Sobrecarga académica: Cuando las tareas y proyectos se acumulan, especialmente si no hay tiempo suficiente para realizarlos, los estudiantes pueden sentirse abrumados.
- Altas expectativas: Ya sea por la presión familiar o por autoexigencia, el miedo a no cumplir genera ansiedad.
- Falta de organización: Sin hábitos de estudio o planificación, el trabajo se acumula y el estrés aumenta.
- Problemas de socialización: Las relaciones con compañeros y docentes también influyen; sentirse excluido o tener conflictos puede afectar el bienestar.
- Dificultades en el aprendizaje: La frustración por no comprender ciertos temas, sin el apoyo adecuado, intensifica el malestar.
Si notas que tu hijo evita ir a clases, llora con frecuencia, se irrita con facilidad, tiene dolores de cabeza o estómago sin causa médica, o se muestra desmotivado con lo escolar, puede estar experimentando un nivel alto de estrés.
Reconocer estas causas es el primer paso. Una vez comprendidas, podemos abordar estrategias emocionales y familiares que ayuden a reducir la presión.
La familia como contexto co-regulador
Los niños y adolescentes no siempre tienen las herramientas para gestionar el estrés por sí solos. Por eso, el papel de la familia es clave. A través de la validación emocional y la creación de rutinas saludables, es posible reducir la carga y acompañar con empatía.
- Reconocer y validar sus emociones: Minimizar lo que sienten (“eso no es nada”) puede aumentar su malestar. En cambio, reconocer lo que viven (“veo que estás abrumado”) les permite sentirse comprendidos. Pregunta sin juicio: “¿Qué fue lo más difícil de tu día hoy?”
Organizar el tiempo de estudio: Ayudarlos a planificar, dividir tareas y tomar descansos, evita la procrastinación y mejora su concentración. Por ejemplo, pueden revisar juntos el calendario cada domingo y definir momentos de estudio, recreo y descanso.
Fomentar una mentalidad positiva: Enseñarles a valorar sus logros, aunque sean pequeños, y transformar pensamientos como “no puedo” por “estoy aprendiendo” promueve una actitud resiliente. Usa frases como: “No lo entiendes todavía, pero estás avanzando.
Equilibrar el estudio con el descanso: Sin pausas, el rendimiento disminuye. Alternar estudio y actividades recreativas protege la salud mental. Actividades como salir a caminar, jugar un rato o escuchar música ayudan a recuperar energía.
Modelar una actitud saludable ante los retos: Los adultos también enseñan con el ejemplo. Manejar los propios desafíos con calma les muestra cómo afrontar el estrés. Decir: “Hoy tuve un día difícil y me tomé unos minutos para respirar” también educa.
Priorizar el sueño y la alimentación: Dormir bien y comer de forma equilibrada mejora el estado de ánimo, la concentración y la capacidad para enfrentar la rutina escolar. Intenta mantener horarios estables y comidas sin pantallas.
Enseñar técnicas de relajación: Ejercicios de respiración, mindfulness o estiramientos pueden reducir la ansiedad antes de una prueba o una exposición. Practiquen juntos: inhalar profundo, exhalar lento, imaginar un lugar seguro.
Reforzar el esfuerzo en lugar del resultado: Más allá de las notas, reconocer la dedicación fortalece la motivación y reduce la presión por rendir. Frases como “Estoy orgulloso de cómo te esforzaste” generan seguridad.
Fomentar espacios de recreación: El arte, el deporte y el juego son vías sanas para liberar tensiones y estimular la creatividad. Incluir estas actividades en la semana escolar es tan importante como hacer tareas.
Mantener una comunicación abierta: Preguntar cómo se sienten, qué desafíos enfrentan o qué les preocupa en la escuela crea un clima de confianza y contención emocional. Escuchar sin interrumpir ni juzgar es una forma poderosa de acompañar.
Estrategias sostenibles desde casa
Así como ocurre con la salud física, el manejo del estrés escolar requiere compromiso, tiempo y consistencia. No se trata de intervenir solo cuando hay una crisis, sino de construir día a día un entorno donde el estudiante se sienta acompañado y no juzgado.
- Crear rutinas saludables en casa (como horarios fijos, momentos de descanso y comidas sin pantallas) facilita la organización mental.
- Hablar de emociones sin juicios permite que los niños aprendan a expresar lo que sienten sin miedo.
- Validar los avances, por pequeños que sean, construye confianza.
- Incluir a los estudiantes en la planificación de su tiempo fomenta la autonomía y la autorregulación.
- Recordar que los padres también necesitan cuidar su propio bienestar. Un adulto emocionalmente disponible empieza por cuidarse a sí mismo.
- Y si el malestar se mantiene, buscar orientación profesional no es señal de fracaso, sino un acto de amor y acompañamiento.
El estrés escolar no se resuelve con frases motivacionales ni con más presión. Requiere comprensión, escucha activa y acciones concretas desde el hogar y la escuela. No es señal de debilidad ni de falta de voluntad. Es una señal de que algo necesita atención y acompañamiento. Con apoyo, paciencia y herramientas adecuadas, los niños y adolescentes pueden desarrollar recursos emocionales que los fortalezcan frente a los desafíos académicos y de la vida.
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Dimas E. Villarreal P.
⚡️Psicólogo Clínico de niños y adolescentes/ Terapeuta
🖍Psicopedagogo
🤖Terapia de Juego
#HoyfuialPsicologo