
29 Sep Mindfulness para niños menores de 5 años
Cuando escuchamos la palabra mindfulness, solemos pensar en adultos meditando en silencio o en prácticas largas de atención plena. Pero, ¿qué pasa con los más pequeños? ¿Es posible enseñar mindfulness a un niño menor de 5 años? La respuesta es sí, aunque con una condición importante: adaptarlo a su desarrollo.
La base es estar en el presente a través de los sentidos
En la primera infancia, el cerebro todavía está en construcción. La corteza prefrontal es la encargada de la atención, la regulación y el control de impulsos, se encuentra en pleno desarrollo. Por eso, pedirle a un niño de 3 o 4 años que “observe sus pensamientos” sería poco realista.
Lo que sí podemos hacer es ayudarlo a conectarse con el presente a través de los sentidos: escuchar un sonido, sentir su respiración en la barriga o mirar cómo flota una burbuja. Esa es la semilla del mindfulness en los más pequeños.
Sembrar calma desde los primeros años
En los primeros años de vida, el cerebro de un niño todavía está en construcción. Las áreas encargadas de la atención y el autocontrol maduran lentamente, por eso los pequeños dependen más de su cuerpo y sus emociones para procesar lo que sienten. Autores como Daniel Siegel y Tina Payne Bryson (2012) hablan de la “ventana de tolerancia”, ese rango en el que un niño puede experimentar emociones sin sentirse abrumado ni desconectado. El mindfulness ayuda precisamente a ampliar esa ventana, favoreciendo que el niño se mantenga en calma y conectado con el adulto que lo acompaña.
La investigación actual también nos enseña algo muy importante: la respiración profunda y lenta no es solo un juego, tiene un efecto directo en el sistema nervioso. La teoría polivagal de Stephen Porges (2011) explica que estas prácticas estimulan el nervio vago y permiten que el sistema nervioso pase del estado de “defensa” al estado de “seguridad”. Incluso en la infancia temprana, la respiración consciente puede facilitar que el niño se relaje y recupere el equilibrio.
Eso sí, el mindfulness en la infancia temprana debe estar siempre adaptado a su nivel de desarrollo. Zelazo y Lyons (2012) señalan que en menores de 5 años las prácticas deben ser cortas, concretas y sensoriales, porque el pensamiento aún es principalmente concreto. De manera similar, Semple y Lee (2011) destacan que lo que funciona son experiencias breves y lúdicas, como escuchar una campanita, seguir una burbuja con la mirada o sentir cómo la barriga sube y baja como un globito al respirar. A través de este tipo de juegos, los niños comienzan a construir las bases del autocontrol y la autorregulación.
Y hay un detalle fundamental: ningún niño pequeño aprende a calmarse solo. Primero necesita hacerlo acompañado de un adulto que le muestre cómo. El proceso de co-regulación, descrito por Semple y Lee (2011), señala que el niño aprende a calmarse en compañía antes de poder hacerlo por sí mismo. En esa misma línea, Siegel (2010) habla de la importancia de la presencia del adulto como un “ancla” que ayuda al niño a atravesar emociones intensas sin sentirse desbordado.
Sembrar calma desde los primeros años es, en realidad, sembrar presencia y vínculo. Con cada respiración guiada, con cada momento de atención compartida, les enseñamos a nuestros hijos que las emociones intensas no son peligrosas y que siempre se pueden atravesar con acompañamiento y confianza.
Técnicas sencillas para practicar con tu hijo cada día
Respiración del globito
Se invita al niño a colocar una mano en la barriga y otra en el pecho, guiándolo para que sienta cómo la mano de la barriga se mueve más que la del pecho. La frase que acompaña este ejercicio es: “Siente cómo tu globo se infla al inhalar y se desinfla al exhalar.” Esta práctica puede convertirse en parte de la rutina antes de dormir, usarse después de una rabieta o simplemente como un momento diario de calma compartida.
Escuchar una campanita
Basta con hacer sonar un objeto que tenga un eco breve, como una campanita, un xilófono o incluso una cuchara golpeando suavemente un vaso. El reto para el niño es escuchar hasta que el sonido desaparezca por completo y levantar la mano en ese momento. Este ejercicio entrena la atención auditiva y fomenta la paciencia de una manera lúdica.
Juego de los árboles
Se pide al niño que se ponga de pie con los pies firmes en el suelo y los brazos extendidos como ramas. El adulto puede balancear suavemente sus brazos y decirle que son ramas movidas por el viento. La frase guía es: “Siente tus pies como raíces que te sostienen fuerte. Eres un árbol que no se cae aunque sople el viento.” Con esta dinámica se desarrolla la conciencia corporal y se refuerza la sensación de estabilidad.
Burbujas de atención
Se soplan burbujas de jabón y se invita al niño a seguir una con la mirada hasta que explote. Luego, se le anima a soplar despacio para crear burbujas grandes y lentas. La guía puede ser: “Mira cómo viaja tu burbuja… sigue su camino hasta que desaparezca.” Con este juego se entrena la concentración visual y se practica la respiración suave al soplar.
Mindfulness cotidiano
Consiste en aprovechar rutinas diarias como comer, bañarse o caminar para ejercitar la atención plena. Durante la comida se le puede preguntar: “¿De qué color es tu jugo? ¿A qué sabe? ¿Es frío o caliente?” En el baño se le anima a sentir el agua y describir si es tibia o fría, o si hace cosquillas en las manos. Al caminar, se le invita a escuchar el sonido de sus pasos, fuertes o suaves. Estos pequeños ejercicios muestran al niño que la calma y la presencia pueden encontrarse en lo cotidiano.
El mindfulness que tu hijo necesita según su edad
En los niños menores de 5 años, el mindfulness debe ser sensorial, breve y siempre acompañado. A esta edad se trata de jugar con el presente: escuchar un sonido, seguir una burbuja, sentir cómo sube y baja la barriga al respirar.
A partir de los 6 años, en cambio, ya es posible integrar ejercicios más complejos, como la observación de pensamientos o el reconocimiento de emociones, con un nivel mayor de autonomía.
Practicar mindfulness con niños pequeños no significa convertirlos en “mini meditadores”, sino brindarles herramientas de calma adaptadas a su edad. Cada respiración guiada, cada juego sensorial y cada momento de atención compartida es un paso en la construcción de su capacidad de autorregularse en el futuro.
Sembrar mindfulness en la infancia temprana es, en realidad, sembrar presencia y vínculo, la base de toda regulación emocional.
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Dimas E. Villarreal P.
⚡️Psicólogo Clínico de niños y adolescentes/ Terapeuta
🖍Psicopedagogo
🤖Terapia de Juego
#HoyfuialPsicologo