
25 Ago ¿Por qué mi hijo reacciona sin pensar?
La impulsividad infantil es uno de los motivos más frecuentes de consulta psicológica. Muchos padres se preguntan por qué sus hijos golpean, gritan o tiran cosas sin detenerse a pensar.
¿Es desobediencia? ¿Un problema de conducta? No siempre.
En realidad, esas reacciones impulsivas suelen tener una explicación neurológica: el cerebro de los niños aún no ha desarrollado completamente las habilidades para controlar sus impulsos.
El cerebro infantil aún está en construcción
Durante la infancia, el cerebro humano se encuentra en desarrollo. La parte encargada de frenar impulsos y tomar decisiones, llamada corteza prefrontal, es una de las últimas en madurar. Este proceso se extiende hasta la adolescencia e incluso más allá.
Esto significa que, cuando un niño reacciona sin pensar, no lo hace por maldad ni por desafiarte. Muchas veces, su cerebro aún no tiene las herramientas necesarias para detenerse a reflexionar antes de actuar.
¿Qué funciones cumple la corteza prefrontal?
La corteza prefrontal es la parte del cerebro que actúa como un “director de orquesta”: organiza, coordina y regula lo que pensamos, sentimos y hacemos.
Durante la infancia, esta zona aún está en desarrollo, por eso a los niños les cuesta frenar sus impulsos o pensar en las consecuencias de sus actos. Veamos lo que hace cuando ya está más desarrollada:
Evalúa consecuencias: Le permite al niño imaginar qué puede pasar si actúa de cierta manera, y elegir la mejor opción. Por ejemplo, pensar “si pego, me meto en problemas”.
Planifica acciones: Ayuda a organizar los pasos para lograr un objetivo, como esperar su turno o buscar ayuda en lugar de frustrarse.
Controla emociones intensas: Modula reacciones emocionales fuertes, como la rabia o la frustración, para no actuar de forma impulsiva.
Permite pausar antes de actuar: Es la parte que nos dice “espera un momento, respira y piensa”, en lugar de reaccionar de inmediato.
Por eso, una reacción impulsiva no debe entenderse como desobediencia, sino como una señal de inmadurez neurológica.
¿Por qué “¡tienes que pensar antes de actuar!” no funciona?
Frases como estas son comunes, pero parten de una expectativa adulta. Para un niño o niña, pensar antes de actuar no es algo automático. Se aprende con el tiempo, la práctica y el acompañamiento.
Pedirle a un niño que se autorregule como un adulto es como exigirle que hable un idioma que aún no domina. En lugar de ayudar, este tipo de frases suele aumentar la frustración en ambas partes.
¿Qué sí podemos hacer para ayudar?
Acompañar la impulsividad no significa justificar todo, sino ofrecer oportunidades para entrenar nuevas respuestas. Aquí te comparto tres formas efectivas de hacerlo:
1. Anticipar antes de corregir
Hablar con tu hijo antes de una situación difícil prepara su mente. Por ejemplo:
“Si te frustras con el juego, puedes pedirme ayuda en vez de tirarlo.”
Esto no elimina el impulso, pero sí le da una herramienta concreta para responder mejor.
2. Reflexionar después con calma
Una vez pasada la emoción intensa, conversar con calma ayuda a integrar lo vivido. Evita sermones; mejor haz preguntas:
“¿Qué podrías hacer diferente la próxima vez?”
3. Entrenar con juegos
Juegos como “Simón dice”, actividades de turnos o retos de respiración ayudan a desarrollar el control inhibitorio, que es clave para manejar la impulsividad.
En palabras más técnicas
Las funciones ejecutivas son un conjunto de habilidades mentales que permiten regular la conducta, planificar y tomar decisiones.
El psicólogo Russell Barkley explica que estas funciones se modelan, se enseñan y se entrenan; no aparecen de forma automática.
Según el investigador James Gross, la regulación emocional mejora cuando ayudamos al niño a anticipar lo que vendrá, no solo cuando intervenimos después del estallido.
No es que tu hijo no quiera controlarse; es que su cerebro aún está en desarrollo y está aprendiendo cómo hacerlo. Las habilidades para detenerse, pensar antes de actuar y manejar emociones intensas no nacen con ellos, se construyen poco a poco, con práctica y acompañamiento.
Por eso, tu hijo no necesita castigos ni etiquetas. Lo que realmente necesita es guía, paciencia y adultos que comprendan su proceso. Y tú, como madre, padre o cuidador, no necesitas ser perfecto. Solo necesitas contar con estrategias claras que te permitan acompañarlo desde la calma.
La impulsividad infantil no se corrige a gritos. Se entrena. Se modela. Se acompaña. Es una habilidad que se fortalece cada vez que el niño vive una situación difícil y recibe apoyo en lugar de castigo.
Con tu presencia, tu comprensión y tu ejemplo, tu hijo puede aprender a detenerse, reflexionar y tomar decisiones más conscientes. Es un camino que requiere tiempo, pero que vale cada esfuerzo. Porque acompañar su crecimiento emocional es una de las formas más poderosas de educar.
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Dimas E. Villarreal P.
⚡️Psicólogo Clínico de niños y adolescentes/ Terapeuta
🖍Psicopedagogo
🤖Terapia de Juego
#HoyfuialPsicologo