
29 Jul Entre hermanos, vínculos que forman, conflictos que enseñan
Las relaciones entre hermanos suelen ser las más largas de nuestra vida. Antes de tener amistades duraderas, antes de elegir una pareja, antes incluso de entender lo que es el “yo”, ya compartimos espacio, rutinas, juegos… y peleas, con un hermano o hermana. Es una convivencia inevitable y profundamente formativa.
Compartir más que una casa
Los hermanos crecen en el mismo entorno familiar, con los mismos referentes, pero no con las mismas experiencias. Cada uno vive una versión distinta de la infancia, moldeada por su lugar en la familia, el momento en que nace y cómo es recibido.
Tener un hermano o hermana influye en nuestras habilidades sociales, en cómo resolvemos conflictos, en cómo negociamos, cooperamos o marcamos límites. Desde pequeños aprendemos (a veces a los empujones) que no somos el centro del mundo, que hay que esperar turno, que a veces toca ceder… o defenderse.
La llegada de un nuevo hermano
Cuando nace un nuevo bebé, el hermano mayor suele sentir que el mundo cambia de repente. Retrocesos en el comportamiento como lloriqueos, berrinches o incluso mojar la cama pueden ser formas de decir: “¿y yo dónde quedé?”.
La mejor forma de acompañarlos es validar lo que sienten: sí, pueden estar celosos. Sí, pueden extrañar cuando toda la atención era solo para ellos. Pero también pueden sentirse importantes si se les invita a ayudar, si se les reconoce su rol como hermanos mayores, no como reemplazados.
Rivalidad no significa fracaso
Muchos padres se preocupan cuando sus hijos se pelean, pero es importante recordar que el conflicto entre hermanos es normal. No hay crianza perfecta que lo evite. La clave no es suprimir las peleas, sino enseñar a manejarlas.
Las discusiones entre hermanos son laboratorios emocionales: permiten explorar diferencias, expresar frustraciones, aprender a negociar, y en los mejores casos… a perdonar. Lo importante no es que no discutan, sino cómo se reconcilian y lo que aprenden de ello.
El peligro invisible del favoritismo
En muchas familias, consciente o inconscientemente, un hijo puede recibir más atención, más afecto o más libertad. A veces por ser el menor, a veces por tener una necesidad especial, otras simplemente porque es más “fácil”.
Este favoritismo daña a todos:
Al que se siente desfavorecido, que puede crecer con resentimiento, inseguridad o rabia.
Y al favorecido, que puede cargar con expectativas altas o sentir culpa.
Ningún vínculo fraterno florece bajo la sombra de la comparación.
Un vínculo que dura toda la vida
Con los años, los hermanos pueden distanciarse o volverse aliados incondicionales. A veces no hay contacto frecuente, pero hay una raíz común que sigue latiendo. Incluso en la adultez, los hermanos pueden ofrecer un tipo de apoyo que nadie más logra replicar: conocen nuestra historia, nuestras cicatrices y nuestros logros… porque los vivieron con nosotros.
¿Cómo fortalecer la relación entre hermanos?
No fuerces la armonía, permite que exploren sus diferencias.
Fomenta el respeto por las emociones y límites del otro.
Crea espacios donde cada uno tenga protagonismo individual.
Evita comparar y nunca uses frases como “¿por qué no eres como tu hermano?”.
Recuerda que cada niño necesita sentirse visto y querido por lo que es, no en competencia con otro.
Porque ser hermanos no significa llevarse bien siempre.
Significa tener un lazo que, con acompañamiento y amor, puede convertirse en uno de los más poderosos que una persona puede tener.
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Dimas E. Villarreal P.
⚡️Psicólogo Clínico de niños y adolescentes/ Terapeuta
🖍Psicopedagogo
🤖Terapia de Juego
#HoyfuialPsicologo