
13 Oct Interocepción el cuerpo como primer traductor de la emoción
La interocepción es ese sentido silencioso que nos permite sentir lo que ocurre dentro del cuerpo. En la infancia, muchas veces es la primera forma de comunicación que emerge antes del lenguaje. Dolor de barriga, tensión en los hombros, falta de aire… el cuerpo habla cuando las palabras todavía no alcanzan. En consulta, no es raro escuchar a madres y padres decir:
“Ya lo llevé al pediatra, pero todo está bien.”
“Dice que le duele la barriga, pero no tiene fiebre.”
“Llora antes de ir a la escuela, pero no sabe explicar por qué.”
Muchas veces, el cuerpo de un niño es el primer portavoz de lo que todavía no sabe decir con palabras. Antes que la emoción se traduzca en lenguaje, aparece como un nudo en la garganta, un dolor difuso, un “no quiero ir” que desconcierta a los adultos.
Cuando el cuerpo habla antes que las palabras
Este lenguaje silencioso tiene nombre: interocepción. Y comprenderla puede cambiar la forma en que acompañamos a los niños en sus procesos emocionales.
¿Qué es la interocepción y por qué importa en la infancia?
La interocepción es la capacidad de percibir las señales internas del cuerpo:
los latidos del corazón
la respiración
el hambre o la saciedad
la tensión muscular
o esas “mariposas” en el estómago cuando estamos nerviosos
Aunque solemos hablar de los cinco sentidos, la interocepción es un sentido interno que nos informa cómo estamos, incluso antes de que podamos razonarlo o explicarlo.
Con la interocepción ocurre algo similar a los otros sentidos. Pero en este caso, los receptores están dentro de nuestros órganos, incluida la piel. Estos receptores envían información del interior del cuerpo al cerebro, y ayudan a regular funciones vitales como la temperatura corporal, el hambre, la sed, la digestión y el ritmo cardíaco.
Saber si el corazón está latiendo rápido, si hay una molestia en el estómago o si se necesita ir al baño: todo eso depende de la interocepción. Este sentido permite reconocer necesidades básicas, pero también estados emocionales.
En los primeros años de vida y durante toda la infancia el desarrollo emocional va de la mano del cuerpo. Un niño no nace sabiendo qué es la ansiedad o la tristeza. Primero lo siente en el pecho, en la barriga o en la respiración. Después, si cuenta con el acompañamiento adecuado, aprende a ponerle nombre.
El desarrollo interoceptivo
Durante la infancia, la corteza prefrontal región clave para la autorregulación y la identificación emocional aún se encuentra en maduración. Esto implica que, ante un estímulo estresante, es común que el niño reaccione desde su cuerpo: se encierra, se mueve sin parar, llora o se queja físicamente.
Autores como Craig (2002) y Critchley & Garfinkel (2017) han mostrado que el cerebro interpreta estas señales internas de forma continua, y que esa lectura corporal es clave para el desarrollo de la conciencia emocional. En otras palabras, la capacidad de “sentirse por dentro” es el primer paso para poder “saberse por dentro”.
Cuando esta capacidad está poco desarrollada, el niño puede presentar:
Dolores físicos sin causa médica clara
Dificultad para distinguir entre hambre, cansancio o ansiedad
Irritabilidad que aparece “de la nada”
Desconexión emocional o respuestas desbordadas
Expresiones vagas como “me siento raro” o “me duele todo”
Estas señales no son llamadas de atención vacías. Son el cuerpo tratando de hablar cuando las palabras aún no alcanzan.
Interocepción y autorregulación emocional
Tener dificultades con este sentido también impacta la autorregulación. Si un niño no reconoce que tiene sed, no sabrá que necesita agua. Si no siente que su vejiga está llena, podría no ir al baño. Si no percibe que está frustrado, difícilmente podrá expresarlo con claridad.
Cuando el sistema interoceptivo no funciona bien, es posible que los niños no sepan por qué se sienten mal. Algunos podrían tener crisis sin previo aviso, mientras que otros no identifican el origen de su incomodidad. Esto puede derivar en conductas evitativas, irritabilidad o incluso regresiones como orinarse en la cama.
Algunos niños hipersensibles a la información interoceptiva pueden, por ejemplo, comer con frecuencia para evitar la sensación de hambre, o ir al baño muchas veces al día para evitar sentir la vejiga llena. Otros niños, más hipoactivos, pueden tardar más en aprender a ir al baño o pasar muchas horas sin comer porque no registran el hambre o la sed.
¿Qué ocurre en el cerebro cuando un niño mejora su interocepción?
Cuando acompañamos al niño a notar lo que siente en su cuerpo, se activan regiones como:
Corteza insular: clave para la percepción corporal y la conexión emoción-cuerpo
Corteza prefrontal: favorece el monitoreo interno y la autorregulación
Amígdala: disminuye su reactividad al desarrollar conciencia de la emoción
Conectividad con la red de modo por defecto: permite pausas reflexivas y autoconocimiento
Es decir, notar las señales del cuerpo ayuda a reducir la impulsividad, mejora el control emocional y fortalece la regulación autónoma. No es solo notar por notar. Es entrenar el cerebro para responder de forma más flexible ante lo que se siente.
Cómo cultivar la interocepción en la infancia
En psicoterapia infantil y contextos escolares, podemos usar estrategias adaptadas al nivel evolutivo del niño para fomentar esta conciencia corporal. Algunas herramientas clave incluyen:
Escaneo corporal guiado 🧘
Técnica de atención plena en la que el niño recorre con la mente su cuerpo desde los pies a la cabeza, notando sensaciones sin juzgarlas. Es una forma sencilla de empezar a distinguir “cómo me siento por dentro”.
Registro corporal con dibujo 🎨
El niño puede colorear partes de una silueta según lo que siente (nudo en la garganta, calor en la cara, opresión en el pecho). Esta técnica vincula lo corporal con lo simbólico y facilita el lenguaje emocional.
Juegos de identificar sensaciones 🧩
Preguntas como: “¿Cómo sientes tu cuerpo cuando estás nervioso?” o “¿Qué parte se mueve más cuando estás contento?” ayudan a crear puentes entre emoción, cuerpo y palabra.
Prácticas de respiración consciente 🕊
Técnicas como “el globo que sube y baja” o “la flor y la vela” permiten al niño notar su respiración como una señal interna que puede regular.
Estas intervenciones, aunque breves, impactan en áreas clave del desarrollo emocional y neurocognitivo. Son recursos preventivos que fortalecen la salud mental desde etapas tempranas.
Acompañar lo que aún no tiene nombre
Cuando un niño dice que le duele la barriga, quizá no busca evitar algo, sino expresar algo.
Cuando se irrita sin razón aparente, tal vez su cuerpo ya estaba lleno de señales que no supo cómo leer.
La interocepción no es solo un concepto neurocientífico. Es una puerta de entrada a la regulación emocional y una forma de acompañar la infancia con más comprensión y menos juicio.
En lugar de corregir de inmediato, podemos preguntar:
“¿Dónde lo sientes?”
“¿Es fuerte o suave?”
“¿Qué crees que tu cuerpo quiere decirte?”Y así, poco a poco, ayudar al niño a traducir lo que su cuerpo ya sabía… pero aún no podía explicar.
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Dimas E. Villarreal P.
⚡️Psicólogo Clínico de niños y adolescentes/ Terapeuta
🖍Psicopedagogo
🤖Terapia de Juego
#HoyfuialPsicologo